sábado, 23 de octubre de 2010

Increible caso de adopcion en Londres

Nacida hace 33 años en una familia obrera de Lichfield, Staffordshire, Claire se casó a los 20 años teniendo ya una beba. El matrimonio no funcionó y, tras ver por televisión un debate sobre el tema, la mujer se comunicó con la agencia de Kim Cotton, quien fue la primera madre portadora en Gran Bretaña.

Sólo por los gastos —como determina la ley—, hace nueve años aceptó ser inseminada y tuvo a Matthew. Pero sufrió su primera desilusión cuando, a pedido del matrimonio que lo había encargado, un tribunal le prohibió tener contacto con el nene.

La segunda vez que alquiló su vientre, se detectó que el feto sufría de síndrome de Down y de hidrocefalia, y el embarazo fue interrumpido. La tercera vez, con un matrimonio griego, le fue mejor, y Claire sigue viendo a Celine, nacida en 1996.

Ya con una nueva pareja y una segunda hija propia, volvió a ofrecerse como madre portadora. La contrató el matrimonio de Francia —donde el alquiler de vientre está prohibido—, que ya tenía un varón y una nena nacidos por el mismo método. En una clínica de Atenas, a Claire se le implantaron cuatro embriones, producto de óvulos y semen donados. A fines de abril de 1999 supo que esperaba mellizos.

Llevaba 21 semanas de embarazo, cuando los padres, al saber que eran nenas, le ordenaron interrumpirlo. "¿Qué clase de monstruo sería, si era capaz de semejante aberración?", se planteó Claire. Decidió decirles que no lo haría, y continuar con la gestación, en busca de nuevos adoptantes.

A causa de sus antecedentes, sólo le respondió Growing Generations, una agencia estadounidense especializada en padres "no convencionales". Aparecieron las candidatas: Tracey Stern, conocida guionista de televisión, y Julia Salazar, empresaria vinculada a Internet.

Entretanto, para evitar el riesgo de que el servicio social británico se enterara de su situación y le quitara a las bebas, Claire contrató un seguro de salud privado.

Claire y su compañero conocieron a Tracey en Londres. "Estaba tan nerviosa, que apenas le hice preguntas sobre cómo pensaba criar a las bebas", confiesa. Sabía que era su última oportunidad, y con su propio dinero sacó los pasajes a Los Angeles para ella, sus hijas y su compañero.

Al segundo día, comenzó a sentirse mal. Su empresa de medicina prepaga la derivó al Hospital Cedars Sinai, donde quedó internada con hipertensión aguda. Llevaba 34 semanas de embarazo, y los médicos decidieron inducir el parto.

Claire pidió a Tracey y a Julia que, si su prepaga no le cubría los gastos, ellas se hicieran cargo del importe. Según Claire, durante su internación, el abogado de las mujeres intentó apurar el trámite de adopción y le hizo firmar papeles en blanco.

El 15 de octubre, el parto vino complicado. Danielle nació sin problemas, pero la otra beba no mostraba signos vitales. Tracey insistió en evitar una cesárea, para no elevar aún más los costos. 

Las bebas estuvieron varios días con respirador artificial. A pedido de sus adoptantes, Claire continuó extrayéndose leche hasta que pudo volver a Gran Bretaña.

Hoy en día se queja de que, en la fiesta donde Tracey y Julia celebraron la llegada de las gemelas, jamás le agradecieron los esfuerzos por haberlas traído al mundo. Y llora porque en estos seis meses, le enviaron una sola foto de las nenas. Tras la insistencia de la prepaga, que le reclama una deuda de más de 38.000 dólares, decidió ventilar su caso en los diarios británicos.

Según el diario Mail on Sunday, Tracey y Julia se mostraron consternadas por el escándalo. Niegan haberla tratado como "una máquina de hacer bebés", y aseguran no tener dinero para pagar la cuenta. Igual afirman que ya no desean que Claire forme parte de la vida de sus hijas.

"Cuando las nenas quieran conocer su origen, ellas no podrán ofrecerle mucha información —sostiene Claire—. Yo soy la única persona que conoce la identidad de su madre genética, la donante del óvulo."

"Después de ocurrido, mi opinión sobre el alquiler de vientre cambió dramáticamente —afirma—. La infertilidad desespera a la gente, le cambia el carácter y terminan odiando a las madres portadoras porque su fertilidad las hace sentir inferiores."

Fuente:
Diario El Clarin
Carlos Nicolas Gamez

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